domingo, 2 de octubre de 2011

Caras vemos...




Te vi a lo lejos; te paseabas entre los carros pidiendo una moneda por entretener al conductor el minuto que dura el alto. Solo una persona alargó la mano y te dio menos de lo que seguramente esperabas.

Juanito (no sé cómo te llamas pero te tengo que llamar de algún modo, disculpa), al acercarme a ti me di cuenta que pintas tu rostro como un payaso y que vistes una camiseta deslavada y pantalones percudidos, pero eso no importa, ni tampoco importa que tus malabares con tres naranjas sean perfectos. Lo que pude observar es que nadie te miró; si acaso, dos niños que te aplaudieron desde su coche y que al verlos, su madre les ordenó que voltearan a otro lado.

Aunque no lo creas, hoy, después de pasar por ese crucero tantas veces, te presté atención, y lo que es más, te llevé en mi pensamiento todo el tiempo que duró el trayecto a mi trabajo.


¿Por qué será que algunas personas piensan que eres un flojo, Juanito? Otros dicen que no quisiste estudiar, y algunos más que eres un joven sin valores esperando asaltar a la primera.

No sabemos cómo ha sido tu vida ni por qué trabajas en las calles, pero estoy segura de que me contarás todo el día que te lo pregunte. Una cosa sí te digo, es más fácil juzgarte desde dentro de un coche que pasar las horas a la intemperie, como lo haces tú, buscando juntar pa’un taquito.

Nunca mejor dicho. Caras vemos, corazones no sabemos, ¿verdad, Juan?


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Hasta mañana, si Dios quiere.


Imagen tomada de la Red. Gracias

1 comentario:

José Del Moral dijo...

Muy bonito, Angélica, y muy acertada esa reflexión contra la frívolidad con la que solemos actuar cuando nos encontramos con "un Juanito" en nuestro camino.
Un abrazo