Siempre me he preguntado cuál es la mejor manera de preparar una cunita en el interior de mi corazón, donde ofrecerle cobijo a ese Niñito cuando nazca, pero increíblemente, mientras más años cumplo, más difícil me parece el camino del Adviento. ¿Será que debo volver mis ojos a los niños y aprender de ellos?
Los niños ríen siempre, aunque las cosas no les salgan bien. Creo que debo llenar mi corazón de optimismo y creer que todos los problemas tienen solución.
Los niños suelen decir la verdad. Creo que debo ser sincero con todos, comenzando conmigo. La verdad es el faro que alumbra el camino de los hombres rectos.
Los niños siempre son generosos. Creo que debo desprenderme de la materialidad que me brinda el mundo, y ejercer de nuevo esos gestos sencillos y nobles con mis hermanos, que valen más que todo el oro del mundo.
Los niños tienen el alma pura, sin maldad alguna. Creo que debo llenar mi corazón de buenos deseos, de buenas acciones, de buenos pensamientos y palabras. Solo de esa manera estaré fabricando la cunita más bella para el pequeño más grande de mi vida, el Niñito Jesús.
Total, creo que la mejor manera de prepararme al Adviento la sé desde que era pequeña, pero se me olvida. Os la recuerdo a todos:
-En verdad os digo que si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos-. Mateo18:3