jueves, 28 de octubre de 2010

La verdadera alegría...


Hace días que me ronda un tema por la cabeza, o más bien, debería decir que me llama desde el corazón, donde lo tengo acunado. Parece cosa fácil hablar de la alegría. El Diccionario de la Real Academia Española la define como el “sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores”. Asimismo, el hombre alegre es aquél que “está poseído o lleno de alegría” (DRAE). Con esta explicación bastaría para comprender el tema que hoy me ocupa; sin embargo, hay algo más que me gustaría agregar, porque esta descripción me queda corta al no entender la razón o causa de este sentimiento.
Cuando conocí a San Francisco de Asís, el Poverello, descubrí que el estar alegre no depende tanto de los acontecimientos que rodean a las personas y tampoco del estado de ánimo en el que se encuentran en determinado momento. Este sentimiento no nace del exterior, sino en el interior del hombre, como fruto de la fe en Dios, que permanece en el corazón y lo acompaña durante toda la vida.

Fray Leonardo, compañero de vida de San Francisco, narra de una manera muy dulce pero exacta, lo que era la alegría para el Poverello.

“… cada día es posible encontrar a Francisco que te explica que la buena nueva
de la bienaventuranza y de la verdadera –más bien que perfecta- alegría,
consiste no precisamente en éxitos humanos (v.3-6), sino en la paciencia y la paz
(v.14) frente a la dureza de los demás (v.8-10), pues solo así se revela que el
blanco a que apunta y da nuestra fe es Dios en Cristo o nuestro propio yo; si
realmente queremos dar o solo recibir…
“(San Francisco de Asís 80, BAC).

Cuando se es paciente y no se pierde la calma ante las adversidades de la vida, cuando se procura alimentar la fe y las virtudes del alma con las que se ha sido obsequiado desde el nacimiento, y cuando se desea servir en la caridad y dar al mundo un poco de lo que se ha recibido, en ese momento la verdadera y perfecta alegría ocupará su lugar en el corazón del hombre, igual que lo hizo hace ya tanto tiempo en el de un pobrecito de Dios llamado Francisco.

Que vuestro interior rebose de alegría cada día. Paz y bien a todos.

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Hasta mañana, si Dios quiere.

Imagen de Tolga Dogan. Gracias